Vamos a jugar a un juego. Tu tiras primero. Arriesgarte o salvarte. Tu decides. Pero luego no vayas a cambiarte, porque cuando apuestas por algo tiene que seguir hacia delante y más sabiendo con quien has querido lanzarte.
Yo voy la segunda y mis opciones son menos seguras. Aceptar que me hieras o herirte sin que quieras. Si tu arriesgas yo gano pero ten por seguro que te haré daño. Si te salvas, para ti no hay herida, pero a mi me llevas a un pozo sin salida.