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Deseos


- Bienvenido, ha llegado al desierto, soy el genio de la lámpara de cristal y le concedo tres deseos. ¿Cuales quiere afortunado?

- No me hará falta pensar mucho honorable genio, de los tres deseos, con uno me basta.

- ¡ Vaya ! Exclamó el genio asombrado y a la vez decepcionado por no querer aceptar sus tres deseos.

- A decir verdad, el deseo que voy a pedirte es tan grande que con solo este, es como si pidiera tres. No quiero abusar de tu confianza Genio. El deseo que quiero que me concedas abarca mares y montañas, es como pedir el color del viento, es como querer que el cielo y el mar se unan, es como el amor y el odio a la vez, es como pedir que el tiempo sea oro...

El genio intrigado delante de tan grande confesión, dijo:

- Buen viajero, dígamelo ya, me tiene en ascuas.

- Que vuelva, solo quiero que vuelva. Contestó.

Así, el genio se marchó. ¿Se habría cumplido el deseo que el viajero pedía?

Si. Había vuelto. Había vuelto en cada sonrisa, en cada mirada profunda, en cada amanecer resplandeciente, en cada rayo de sol en el cielo, en cada gesto de amor, en cada caricia del viento en el rosto, en cada pequeño pero gran símbolo de amor. Cada día sigue volviendo en forma de gestos hechos de la esencia de su alma.

-Gracias genio.

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